Qué procesos cerebrales desencadenan el miedo
Mucha gente tiene miedo de ciertas situaciones. Aunque una reacción de miedo puede tener diferentes causas, los distintos miedos tienen algo en común: todos se originan en la amígdala, una región del sistema límbico que se considera el centro del miedo.
¿Qué es exactamente la amígdala y qué ocurre en su cerebro ante el miedo?
También conocida como amígdala, forma parte de nuestro sistema límbico y, a su vez, de nuestro cerebro. Esta área cerebral es la principal responsable del reconocimiento y la evaluación de situaciones, así como del análisis de posibles riesgos y los mecanismos emocionales resultantes. Así, por ejemplo, la amígdala controla nuestra agresividad o nuestro miedo. En particular, el núcleo amigdalino también influye en las funciones autónomas de nuestro organismo, como la circulación y la respiración. Si oímos que el corazón nos late hasta la garganta cuando tenemos mucho miedo, la responsable es la amígdala. Por estas razones, esta región del cerebro también se considera el centro del miedo.
¿Cómo desencadena la amígdala el miedo en nosotros?
El núcleo almendrado compara constantemente las situaciones con la información que ya ha experimentado en el pasado. Si se produce una circunstancia que se ha almacenado en la amígdala como una experiencia “peligrosa”, por ejemplo, el cuerpo se pone en alerta mediante la liberación de las hormonas del estrés noradrenalina o adrenalina y se desencadena una reacción de miedo. Esto se traduce en sentimientos y emociones como agresividad, ira, tristeza, que pueden provocar ciertas reacciones corporales como náuseas, mareos o palpitaciones(síntomas de ansiedad).
La conexión en red del cerebro desempeña un papel importante en este proceso, sobre todo porque la amígdala está conectada al sistema motor a través de una conexión nerviosa entre el complejo de la amígdala y los ganglios basales. El pensamiento racional, que está anclado en el cerebro, no entra en juego porque la información de la amígdala al cerebro corre mucho más deprisa que viceversa. Incluso antes de que aparezca el pensamiento racional, la reacción fulgurante de la amígdala hace que el cerebro reaccione muy rápidamente ante el peligro correspondiente con miedo.
Como han demostrado los estudios (incluidos experimentos con personas cuya amígdala no funcionaba o incluso faltaba debido a un accidente que dañó el cerebro), la ausencia de una amígdala funcional provocaba una gran pérdida de emociones. En consecuencia, sin la intervención de la amígdala, estaríamos expuestos a riesgos sin protección porque, especialmente en situaciones peligrosas, no se desencadenaría ningún reflejo de protección por la ausencia de la reacción de miedo.
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