Crear claridad en los objetivos y resolver conflictos con EMDR en autocoaching
Tener un objetivo claro en mente es una sensación sublime y motivadora. La visión de un futuro propio cambiado desempeña un papel decisivo. Tú mismo transformas tu entorno en el estado deseado. La mera idea de cómo se consigue el cambio, el estado final positivo, a través de la acción personal nos enorgullece.
Un objetivo se forma en nuestra mente: Vemos ante nuestro ojo interior el plazo en el que queremos alcanzarlo. Fijamos objetivos parciales y su grado de cumplimiento. Y nos anticipamos a los posibles obstáculos que hay que quitar de en medio. Y manos a la obra.
Todo ello repercute en nuestra voluntad de rendimiento y en nuestro bienestar. Los objetivos son importantes para nuestra estabilidad psicológica. Los objetivos nos dan estructura y sentido. Equiparamos su consecución con la felicidad.
Pero pobre de aquel que ya no tenga objetivos o que a menudo no los alcance. Así que algunos ya ni siquiera se proponen algo nuevo. Para él, la mera idea de otra derrota es demasiado frustrante. Los bloqueos mentales le frenan y crean estrategias astutas para una supuesta protección.
Luego están los que persiguen un sinfín de objetivos hasta que se te olvida cómo podrías darte cuenta de que los han conseguido. Y las metas imposibles te protegen de la derrota, pero tampoco te hacen feliz.
La ausencia de ambivalencia es necesaria para un objetivo claro y su cumplimiento. La ambivalencia es el conocido sentimiento de dualidad. Al menos dos cosas, o muchas, son igual de importantes y mucho más cruciales: ninguna de ellas parece compatible con las otras. Las personas que tienen ese sentimiento en su interior rara vez pueden decidirse o intentar ocuparse de todo al mismo tiempo. De este modo, o bien obliga al hombre a la inacción, o bien le impulsa al accionismo.
Psicológicamente, lo percibe como un conflicto. Tanto internamente, con él mismo y sus deseos mutuamente excluyentes, como externamente, con los que le rodean, que sólo pueden soportar sus titubeos o sus vueltas meneando la cabeza.
Sea cual sea la intensidad con la que uno experimenta la ambigüedad de sus objetivos, a todo el mundo le gusta recordar lo refrescante que resulta la claridad de sus propios propósitos. Sin dudas ni conflictos, entramos en el camino y damos los primeros pasos sin vacilar.
Mediante la Estimulación por Movimientos Oculares Rápidos -la intervención básica de la EMDR- es posible calmar los sentimientos exuberantes y reducir las emociones de duda. Incluso la ambivalencia puede dar paso a una nueva capacidad para tomar decisiones y las cosas importantes pueden por fin reconocerse como tales. Todo esto crea espacio para nuevos pensamientos positivos que inspiran nuestras acciones. En esos momentos, los deseos germinan especialmente bien. Las viejas despiertan de nuevo y las impensadas acaban de nacer.
¡Vamos!
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