Miedo a la gran pérdida
Miedo a perder a un ser querido, miedo a perder el trabajo, miedo a perder la propia imagen, miedo a perder la pareja: El miedo a la pérdida adopta muchas formas diferentes y afecta a casi todas las relaciones humanas.
Por ejemplo, la relación padre-hijo, en la que el niño teme perder afecto, prestigio y reconocimiento. O una relación amorosa en la que se teme la pérdida de la pareja y los implicados se hunden en el desamor y la ansiedad por la separación.
Ante la creciente demanda social de movilidad y flexibilidad, el apego a una persona también implica siempre el riesgo de experimentar la pérdida de la misma. El miedo a la pérdida y el miedo al apego van directamente unidos: Para poder desarrollar el sentimiento de angustia de pérdida, primero hay que conocer el sentimiento de apego. En este contexto, el miedo no puede clasificarse como fundamentalmente negativo. Los miedos nos advierten de los peligros y nos hacen ser precavidos en determinadas situaciones. Así pues, el miedo a la pérdida o la separación es comprensible en muchos casos y normal hasta cierto punto. Después de todo, ¿quién no teme perder a un ser querido?
La razón profunda del miedo a la pérdida
Ya lo expresó acertadamente el Dalai Lama: “La mayoría de nuestros problemas surgen de nuestro apasionado deseo de aferrarnos a algo que erróneamente suponemos permanente”.
Cuando las personas se vinculan, crean confianza con los demás. Este es el requisito previo para una relación duradera con responsabilidad mutua.
El primer apego se produce en el contexto de la relación padre-hijo. Si esto se asocia a una decepción o incluso a una separación, puede haber miedo a la dependencia y, por tanto, al apego. Las personas también han estado siempre determinadas por la necesidad de cercanía. Si un vínculo parece estar en peligro o si la persona afectada se lo imagina, puede aparecer el miedo a la pérdida. Estas proyecciones puras del propio cerebro pueden provocar fuertes celos en relación con una relación amorosa, por ejemplo.
Las personas afectadas temen sentirse poco queridas, inferiores o incluso inútiles como parte de su ansiedad de apego. Muchos afirman que el miedo a la pérdida va acompañado, entre otras cosas, de una sensación de mareo, y los afectados se sienten deprimidos y ansiosos. Esto repercute en la propia mente y en el bienestar. Es importante separar el miedo a la pérdida no enfermo del enfermo. Este último se manifiesta, entre otras cosas, a través de un nivel de miedo altamente irracional y exagerado. Los trastornos del sueño, los desmayos y los ataques de pánico, la adicción al alcohol y las drogas o la depresión pueden aparecer como síntomas concomitantes y ser indicativos de una forma patológica de miedo a la pérdida. (Más información en Cuando el miedo se convierte en enfermedad).
En el caso de un miedo no enfermizo a la pérdida, existe la posibilidad de ayudarse a uno mismo.
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